Micro-relatos, cuentos, críticas y pensamientos...

domingo, 21 de diciembre de 2008

Sin palabraS

Me encuentro expectante, como si un sonido sordo detonase en mi interior. Intento definir lo que acontece y solo logro formular preguntas retoricas, ¿qué acaso no existen palabras para definirlo? (ahí lo he vuelto hacer), y es entonces cuando dudo de mis capacidades, o quizás sea tarea demasiada complicada, dar corporeidad a puro éter .

Expresar algo siempre necesitara de la interpretación del interlocutor, si se habla de cosas claramente definidas no existirá ningún problema, más sin embargo cuando de sentimientos se trata siempre hará juego la experiencia personal de cada quien, el amar, por ejemplo, no tendrá el mismo significado para dos personas aunque así lo parezca. Más será la aproximación que la exactitud, pero bien será lo suficientemente practico, siendo éste por definición, la expresión máxima de entrega.

El dilema surge cuando se intenta plasmar sentimientos que salen, o al menos así pensamos, de estas definiciones prácticas y generales, y adoptan una naturaleza estrictamente personal, como una gran gama de colores y tonalidades, que en fusión forman una firma única. Y aún siendo estos conocidos, utilizando sus nombres y apellidos no estaríamos conformes, pues, no harían honor a todo lo que, en conjunto, entrañan.

Y desde aquel gran embutido de sentimientos no se encuentra ni desde los más recónditos rincones de nuestra mente la palabra precisa ni el conjunto de estas, como si no existiese forma alguna de evocar tales sentimientos en el entendimiento (o los corazones) de los demás. Y nos sentimos totalmente incapaces, como niños que apenas pueden formar palabra alguna. Es entonces cuando ya no tenemos reparo alguno en volvernos totalmente metafóricos... inútilmente.

jueves, 18 de diciembre de 2008

DicotomíA

Un silencio, en medio del bullicio, se difumaba como gota que cae en el mar. No disfrutaba hablar de trivialidades, salvo en contadas excepciones

-¿qué haces?

-Pienso, en el absurdo y el sin sentido, en el inútil transcurrir de los días e intento fuera de allí obtener de alguna manera u otra mi motivación. ¿A ti que te facilita sobrellevar la rutina?, ¿qué te motiva?

-Quiero ser exitoso, y me reconozcan por ello. ¿Quién no se sentiría motivado con eso?, y si no es suficiente, obtener una vida estable debería serlo.

-Debería- y calló-

Pero no lo era, y a decir verdad para él no era más que un mero hecho puntual. La motivación por lo que te ofrece el mundo solo facilita las cosas, el camino fácil, por otro lado, no siempre es el deseable; la mentalidad existencialista sin embargo, dificulta, pero es más su deseo de encontrar una respuesta, su respuesta.

Prefiere voltear hacia sí mismo, -¿por qué tanta soledad?- se preguntan los demás. Pero ¿quién elige ser quién es?, los días de ser como todos los demás habían quedado en el pasado, nada había obtenido de tan atareada tarea, la individualidad lo llamaba y no ser de aquella manera suponía un fracaso inminente, la inercia por infelicidad no es ni será nunca una buena permutación.

-Oye- insistía el sujeto del primer dialogo-, y que tal el placer; si, el placer y todo lo que este suponga, tal y por cual vivimos ¿no es este digno de motivación?

-Definitivamente- respondió- para el hombre común y corriente- pensó-.

Bueno pero no suficiente, y no era el desprecio que encendía aquellas ideas como quizás se podría llegar a pensar, tampoco la soberbia, pues, al fin y al cabo toda vida honrada es igual de justa y valiosa que cualquier otra honrada, el granjero entonces de tales conceptualizaciones, era su manera de ser tal cual y como es.

Y como todo ser humano, fluctuante e inconstante, divagada entre lo que se podría considerar dos mundos distintos, sufriendo de los excesos que su forma de vida suponía, de soledades prolongadas a compañías incompletas, de sentimientos de sosiego a sentimientos de alienación, del control personal a el desconcierto de encontrarse solo, “¿que acaso nadie es como yo?”.

lunes, 8 de diciembre de 2008

El MonjE y la FloR

Camina el monje por el sendero, el sol mantiene su brillo en un cielo despejado; el horizonte, sin dar señales de cambio, se despliega ante sus ojos como evidencia de la homogeneidad que le rodea.

Y en el amplio campo de hierbajos vislumbra una forma, de entre todas, distinta. Reflejando con disimulo el resplandor del sol, incluida y oculta entre todo el vasto verde del campo, se asomaba tenuemente.

El inesperado encuentro desvía de su senda al monje, que anegado por la curiosidad, se acerca.

Una flor, solitaria y cautivadora, se expresaba vehemente ante sus ojos como una perfecta entelequia. Su significado lo inducia a quedarse y velar por ella, hacer compañía e imbuirse con su presencia.

Y permaneció sentado ante ella, sin intenciones de retomar su sendero, por una simple flor… estaba completo.