Micro-relatos, cuentos, críticas y pensamientos...

martes, 22 de julio de 2008

Vacuidad

Una noche bajo la penumbra de la media luna y entre los soplidos de vientos irritados, estaba sentado el muchacho, un frio rodeaba su cuerpo, era tarde y aún no podía ir a casa, atrapado en el lento transcurrir del tiempo (el mismo que en ocasiones contrarias le da con sucederse con mayor rapidez), no le quedaba más, que pensar. Pensar porque no podía hacer nada más, porque la soledad a veces no deja de otra opción; pensaba, no en cosas casuales como la actividad del día o lo que planeaba hacer al día siguiente, sino en aspectos que no poseen tiempo ni lugar, aspectos de la existencia misma; tema en el cual había ya abundado en más de mil ocasiones, y que mis palabras sean interpretadas literalmente, porque mil no hace honor a la cantidad real (muchas más han sido); tantas veces había entonces, pensado, sobre aspectos sin tiempo ni lugar… lo que sucede con esto es, que existe un momento en donde se profundiza tanto que se halla con un vacio, un pozo, el abismo que se encuentra debajo de toda superficie firme; y desde ese momento, solo queda el destello de la melancolía, porque todo y en cuanto te sujeta, se desvanece. Y el que camina es igual al que esta detenido, el que hace es igual al que no hace, y el que tiene es igual al que no tiene; el sentido de las cosas se escapa de las manos y queda vacio. El muchacho, aquella noche, aquel instante, se sentía cansado, o dicho de mejor manera, ya no tenia energías, habían caído en el abismo, junto con sus anhelos, su motivación, su animo; poseía en sí tan solo un gran “deseo” (y no sé si llamarle a éste, deseo, así que me limitaré a ponerlo entre comillas), de dormir para nunca despertar quizás porque ya no existía razón para hacerlo; y en aquel momento, el frio perdió su sabor y llegar a casa o no daba igual, el momento se torno eterno.

Sonó el timbre, ya era tiempo de irse, el transe había terminado.

miércoles, 16 de julio de 2008

El profesoR

Erase una vez, un profesor, con bigote tupido y piel morena, de expresión insulsa y con la típica complexión del hombre adaptado pero sin aspirar a más. Era el tipo de hombre que nunca se recuerda ni se nota pasar por la calle, llevaba el pelo sin estilizar, recortado tan solo como para cumplir con las formalidades, su ropa, sin detalles ni rastros de individualidad, al igual que su peinado, así andaba.

Ese día, como en casi todos los días, pensaba en lo que a lo largo de su vida había logrado, largos años de estudio, un doctorado en México, un empleo estable, pero no entendía por qué a pesar de ello no se sentía realizado, por qué se sentía estancado; todas estas cuestiones y sensaciones se manifestaban muy dentro de él sin apenas poder darse cuenta de ello, la sensación estaba dentro de sí, solo era cuestión de identificarla, pero no, él no lo hacia, solo podía reconocer que algo en él no estaba bien, que no se sentía bien. Sentía lo que podríamos definir como frustración, la cual se puede expresar o somatizar de muchas diversas maneras, mayoría las cuales son poco gratas o dotadas de conciencia. Éste las expresaba, como era de esperar, a cabalidad.

Reía descabelladamente, casi rayando en lo ridículo, de sus estudiantes, y no precisamente de ellos sino más bien de sus dificultades; dificultades impuestas por él mismo, y ello lo hacia sentir bien, lo hacia reír y saciaba su frustración; cada respuesta fallida, cada tarea incompleta, cada punto perdido... lo hacia feliz.

La frustración, que es un ente voraz que necesita ser alimentado con sufrimiento, lo inundaba, y este la alimentaba con el sufrimiento de los demás, con el gran temor de que esta lo atacase a sí mismo.

Y miraba a aquel estudiante, el cual tan solo le respondía con una media sonrisa, él lo interpretaba como timidez, pero no, no era timidez lo que sentía aquel muchacho, era compasión.

sábado, 12 de julio de 2008

Sueño existencialistA

Anoche tuve un sueño, pude recordarlo claramente al despertar. De él iban surgiendo de la nada miles y miles de siluetas y formas humanas, cada una con sus particularidades, y de entre ellas centramos nuestra atención en unas cuantas. Estas siluetas recibían características especificas de una fuerza la cual una sensación me hiso identificarla por el nombre de Natura, Natura por tanto, les regalaba a estas siluetas cualidades las cuales dotaban a estas de identidad. A una le daba belleza, a otra le dio fuerza, a otra inteligencia; todos y todas recibían a gusto este regalo, y lo daban por suyos, como parte de sí. Luego de pasado un tiempo, el cual transcurria de manera fugaz, Natura empezaba a tomar de regreso lo que en algún momento les había cedido. Y estas siluetas, que habían olvidado ya lo que alguna vez se les había concedido por Natura, consideraban como suya tales cualidades.

La que fue dotada de belleza había empezado a dar muestra del peso de la edad, ya su piel no se veía lozana como en aquellos tiempos donde todo le era posible y todos la amaban, el que había sido dotado de fuerza, ya mostraba señales de debilidad, ya no se sentía como en aquellos tiempos donde el sentimiento de inmortalidad se manifestaba de manera inocua. El dotado de inteligencia, ya no podía reaccionar igual que antes. Todos parecían aferrarse a sus dotes, no aceptaban lo que se les estaba pidiendo devuelta, lo que algún día Natura les había conferido. La mujer por ejemplo no podía aceptar que los hombres ya no cayeran a sus pies e intentaba frenéticamente ocultar las señales de que estaba perdiendo aquello de lo que tanto había sido adulada, y así de manera análoga se encontraban los demás; dependían de sus cualidades y habían fundado su felicidad en ellas; y ahora el tiempo se las arrebataba.

Pero de entre estos miles y miles de siluetas había una que me llamo especialmente a la atención, no aparentaba ser afectada, esta parecía aceptar lo que Natura tomaba de vuelta de su ser, y al parecer guardaba dentro de sí algo que no se le podía ser arrebatado, algo que le era de su propiedad. No pude, dentro de mi profundo sueño, interpretar que era esa cosa que aquel hombre sabía que le pertenecía. Se mantenía tranquilo, la felicidad lo desbordaba y el tiempo parecía tratarlo con cariño.

Desperté, como quién ha visto pasar por sus ojos el sentido de la vida, y forzando la mente intentaba recordar lo que tenía aquel hombre que el tiempo no perturbaba; la sensación quedo plasmada dentro de mi como goma de mascar en suela de zapato, y al final del día, de manera súbita me llego la respuesta, por fin había entendido que tenía aquel hombre… se tenia a sí mismo.


*(Leer comentario)*

jueves, 10 de julio de 2008

La irreSponsabilidad comPartida del colectivO

Hace unos años, cuando me encontraba en 4to de bachillerato, la profesora de psicología en una de sus clases nos impuso resolver un acertijo, una especie de fenómeno psicológico, el cuál se presentaba de manera repetitiva sin que se pudiese llegar a una conclusión definitiva. Ella nos contaba la historia de una chica la cual tras una gran discusión frente a su apartamento esta fue apuñalada por un hombre del todo desconocido; lo atípico de este acontecimiento reside en que el hecho en sí fue presenciado por muchas de las personas que vivían en aquel edificio de apartamentos, y las cuales extrañamente ninguna recurrió al llamado de la policía.

Nos dispuso entonces la profesora en diferentes grupos para analizar y opinar sobre las posibles causas de este fenómeno. Yo por mi parte, para variar, me dispuse a expresar mi opinión con el grupo el cuál me había tocado dado que me interesaba realmente éste tema y creía tener una respuesta más o menos acertada. Dije que una de las razones pudo haber sido porque los observadores estaban consientes de que no eran los únicos apreciando el desenvolvimiento de este hecho, y que por tanto en ninguno de ellos surgió el compromiso o la responsabilidad de auxiliar o informar de este hecho a las autoridades pertinentes, entendían en cierta forma que otro lo haría por ellos. Mi opinión se inclinaba por ese lado y mi grupo siquiera le presto mucha atención, estaban enfocados en otras cosas y les interesaba más pasar el tiempo, que real y efectivamente buscar una respuesta a dicho hecho.

Al final, la profesora pidió las conclusiones a las que habían llegado cada grupo, la conclusión más común expresadas por los grupos fue que debido a que quizás el hombre con el cual discutía la dama podría ser algún conocido, las personas de seguro pensaron que no era pertinente intervenir, entre otra serie de especulaciones más, por mucho circunstanciales. Yo para variar aún más, decidí no guardar mi opinión solo para mí y la exprese al curso en nombre de mi grupo. Luego de la profesora escuchar todas las conclusiones elaboradas, dijo que todos habíamos fallado, a excepción de mi grupo; y procedió a darnos la respuesta del por qué de este fenómeno.

La verdad, es que el ser humano, como grupo, como colectivo, tiende adoptar las posiciones que le indican su medio, quizás sea un mero hecho de adaptación, pero a mi entender es un aspecto de inconsciencia e ignorancia. En nuestra sociedad como tal reina este tipo de actitudes colectivas en donde nadie mantiene un pensamiento independiente; un ejemplo de ello sería la aceptación o más bien la normalidad con la que se aprecia la corrupción política, al nivel incluso de criticar a quien en dicha posición gubernamental no la ejerza. Pero olvidémonos del vulgo por un momento y centrémonos en la persona en sí, su justificación personal para acometer este tipo de crimen en contra del bienestar social se basa por mucho en la “lógica” del “todos hacen”; entiende bajo su sistema de pensamiento que lo que hace no esta mal porque en comparación con el conjunto o el total no resulta ser relevante; como quien toma el dinero de una cartera que casualmente encuentra tirada porque si no lo hace otro lo hará. Y con ello no hace más que aportar su granito de arena a un gran problema que vive a costa de precisamente, la irresponsabilidad compartida del colectivo.

P
odría seguir ejerciendo ejemplos, estos me sobran en gran manera, pero para no alargar la distancia de este texto ni cansarlos con mis palabras voy a resumir que ese fenómeno social se presenta en todos los aspectos que conllevan una convivencia grupal. Desde este sentido lo vemos expresado en las modas, los prejuicios, las normas, las costumbres, etc. Y no hace falta decir, que a quien se le ocurra no seguir tales designios planteados por su sociedad, será, dependiendo los niveles de pensamiento independiente que ejerza, un inadaptado social.

miércoles, 9 de julio de 2008

Un bloG mÁs

Por alguna razón, dentro de todo lo que se define como la faena social del ser humano, impera la superficialidad. Y esto quizás se debe, de entre otras muchas razones, a un mero factor de practicidad, a una forma de ser pragmáticos, de sobrellevar el día a día, de evitar un encuentro directo con la verdad; en fin a una gran hilera de motivos. Y claro, que cuando me refiero a faena social, me refiero al trato casual, al más común, la convivencia activa que transcurre de manera fugaz. Un buenos días a la señora, un "klk" a los "tigres", un "hola que tal y la familia cómo esta" al primo lejano, y todo eso no es más que un sencillo algoritmo social, una simple cortesía que no requiere el más mínimo esfuerzo ni exige la más mínima sinceridad.

Y desde este sentido, dejamos pasar por delante de nosotros con un hola y un adiós, a personas que dentro de sí aguardan ideas, pensamientos, sentimientos y emociones, y que en mucho de los casos (¿cómo comprobarlo?) vale la pena conocer y apreciar.

Un blog. Un blog, sin embargo, nos permite saltarnos muchos de estos pasos innecesarios, y deshace en el proceso muchas de aquellas mascaras, permite enseñar a completos extraños aspectos e ideas arraigadas en nuestras mentes. Es ésta por tanto una de las razones por la cuál hago este blog, que de hace días ha estado llamando a mi puerta, una y otra vez. Y he de aclarar que mostrarme hacia con los demás no es para mi el verdadero objetivo de este blog, dado que a final de cuentas no hacemos más que mostrarnos a nosotros mismos, como una manera de recordar que aún estamos ahí, que aún pensamos y que no estamos dormidos, o que al menos estando dormidos, soñamos