Micro-relatos, cuentos, críticas y pensamientos...

miércoles, 16 de julio de 2008

El profesoR

Erase una vez, un profesor, con bigote tupido y piel morena, de expresión insulsa y con la típica complexión del hombre adaptado pero sin aspirar a más. Era el tipo de hombre que nunca se recuerda ni se nota pasar por la calle, llevaba el pelo sin estilizar, recortado tan solo como para cumplir con las formalidades, su ropa, sin detalles ni rastros de individualidad, al igual que su peinado, así andaba.

Ese día, como en casi todos los días, pensaba en lo que a lo largo de su vida había logrado, largos años de estudio, un doctorado en México, un empleo estable, pero no entendía por qué a pesar de ello no se sentía realizado, por qué se sentía estancado; todas estas cuestiones y sensaciones se manifestaban muy dentro de él sin apenas poder darse cuenta de ello, la sensación estaba dentro de sí, solo era cuestión de identificarla, pero no, él no lo hacia, solo podía reconocer que algo en él no estaba bien, que no se sentía bien. Sentía lo que podríamos definir como frustración, la cual se puede expresar o somatizar de muchas diversas maneras, mayoría las cuales son poco gratas o dotadas de conciencia. Éste las expresaba, como era de esperar, a cabalidad.

Reía descabelladamente, casi rayando en lo ridículo, de sus estudiantes, y no precisamente de ellos sino más bien de sus dificultades; dificultades impuestas por él mismo, y ello lo hacia sentir bien, lo hacia reír y saciaba su frustración; cada respuesta fallida, cada tarea incompleta, cada punto perdido... lo hacia feliz.

La frustración, que es un ente voraz que necesita ser alimentado con sufrimiento, lo inundaba, y este la alimentaba con el sufrimiento de los demás, con el gran temor de que esta lo atacase a sí mismo.

Y miraba a aquel estudiante, el cual tan solo le respondía con una media sonrisa, él lo interpretaba como timidez, pero no, no era timidez lo que sentía aquel muchacho, era compasión.

1 comentario:

Ryokan dijo...

Muchas posiciones y condiciones humanas negativas, en mucho de los casos por no decir en todos, nacen de un sufrimiento, esa “maldad” aparente que no parece tener razón alguna, no es más que pasar adelante, a los demás, un sufrimiento. En donde a veces la persona como tal siquiera se percata de ello, se ve a sí misma y a su posición como un aspecto de su personalidad y no como consecuencia de realidades y frustraciones con las cuales no atreve hacerles frente.

Por eso, en muchos casos, la “maldad” de algunas personas, más que causarme desprecio me provocan compasión.